viernes, 11 de octubre de 2013

8. Temor y Felicidad

“Pero aun cuando las máquinas pueden sobrepasar  al hombre en sus rendimientos lógico-matemáticos, no podrán conocer jamás las conmovedoras experiencias del amor, de la alegría, de la tristeza o de la infelicidad (…)  El conocimiento de la realidad no es una función  exclusiva del pensar  sino que requiere también del sentir, y la comprensión de cualquier evento siempre supone la participación  de la afectividad y de sus múltiples matices diferenciales.  Así, por ejemplo, no es posible para la conciencia del hombre la percepción de un mundo  ajeno al bien y al mal, o a la fealdad y la belleza; ya que tanto lo ético como lo estético son inherentes a la perspectiva humana” (Sergio Peña y Lillo, “Temor y felicidad”, Ed. Universitaria, Santiago de Chile; 2008.  Pág. 18).

Para nuestro psiquiatra Peña y Lillo, lo que dificulta u opone a la felicidad, no es la desdicha, el sufrimiento, sino el temor. Así nos alerta: “los supuestos erróneos que subyacen al miedo son los que impiden el logro de la felicidad” (Ibíd. Pág. 23) ¿Cómo se explica esto?

Por un lado, es normal que el temor bloquee el impulso de la voluntad y, por otro, “como experiencia psicológica normal presupone siempre ciertas percepciones falsas de la realidad, que configuran una especie de  conciencia equivocada, que es la responsable de la infelicidad” ¿Cuáles son esas actitudes erróneas? Pienso que en un curso que se propone reflexionar, a partir del cine, en cómo educar-educarnos, para adquirir una  mayor sabiduría de vida, es importante conocer el aporte que hace Sergio Peña y Lillo (psiquiatra chileno, cuya vida humana y profesional, es un modelo de superación, de perfeccionamiento, de amor por su profesión y por el ser humano;  leal con la verdad indagada, con la búsqueda de cómo ayudar a sus pacientes a superar los retos de la vida.  En fin,  una persona en la cual coincide su actuar con su sentir, pensar, creer y ser. Ello hace que lo considere un educador y lo presente ante ustedes. Hoy, no sé dónde está ¿acaso ya pasó por el Bardo? Agradezco y echaré de menos sus libros llenos de  reflexiones, fuentes de educación, que van más allá de la vida y de la muerte.)


Pues bien, las actitudes erróneas que dificultan alcanzar la felicidad –estado consecuente de una auténtica vía de realización personal- son:

1.    La Anticipación Imaginaria
2.    La Contaminación Del Presente Con El Pasado
3.    La Resistencia al Sufrimiento
4.    El Deseo y la Ambición

      Todas estas actitudes se dan en forma simultánea, en el sentido que una lleva a la otra,  llevándonos a situaciones absurdas, evasivas, que nos impedirán ser felices. “Pero todo hombre que quiera encontrar la dicha debe alcanzar primero su plenitud y asumir sin temor la propia existencia, único modo de poder descubrir el camino personal de su felicidad”  (Ibíd. P. 26)  Esto explicaría en gran parte la anhedonia actual (empobrecimiento afectivo, con incapacidad de experimentar el goce normal de la vida; una disminución del interés vital). Salir de esa anhedonia implica amar la vida, amarnos, sentir lo grandioso  y enigmático de haber venido a la existencia y a la existencia de un ser personal.  Existimos, tomemos conciencia de ello y asumamos el deber  y derecho de ser felices. Descubrámonos y existamos de acuerdo con el ser que somos y que debemos realizar: una persona única en el Universo, sin un idéntico, irreemplazable; una persona que puede tomar conciencia de su ser y proyectarse en la existencia; una persona que sabe cuándo se auto engaña, cuando se deja estar, cuando elige caminos de autodestrucción o deja que le destruyan… La felicidad no se busca, no se encuentra… La felicidad es consecuencia inmediata de una existencia auténtica; lo que implica ir venciendo obstáculos internos (timidez, baja autoestima o falta de confianza en sí mismos, formas diversas de evasión, adhesiones y valoraciones erradas…) y obstáculos externos (personas dominantes, agresivas, malas influencias, imprevistos…) Existir en forma auténtica  -tal como lo vimos en una entrada de este blog.  Peña y Lillo, lo explicará desde el vencimiento del temor.  Debemos educar y educarnos para vencer el temor, liberándonos de esas cuatro actitudes erróneas.  Veamos:

1. La Anticipación Imaginaria es la “tendencia a vivir  no en el presente, sino en una proyección fantástica hacia el futuro, lo que abre un horizonte incierto donde es posible el riesgo y la amenaza.” (Ibíd. P. 24)  No se trata aquí de la sana, normal y necesaria proyección intelectiva que debemos hacer para proyectar en forma inteligente y responsable nuestra vida: Demos pre-ocuparnos, pre-veer, pre-venir, pro-yectarnos. Debemos tener propósitos, trazar proyectos pero ello en forma equilibrada, razonable.  El problema es esa ansiedad expectante-imaginaria, fantástica, monstruosa, sólo negativa, esperando siempre algo desagradable; nutriéndose emocionalmente de situaciones de pérdidas, fracasos, riegos, amenazas, traiciones: “En la ansiedad expectante del miedo y de la angustia, no se pre-ve sino se pre-vive lo temido” (Ibíd. P. 86) y, a tal punto, que el temor “desorganiza la ejecución de los actos y puede aún, en condiciones extremas, paralizar por completo la conducta” (Ibíd. P. 87).  Se trata de una especie de capacidad creadora aniquilante… Curiosamente, dice Peña y Lillo, “esta especie de capacidad creadora del temor es, en cierto modo, paralela a la de la fe, pero de signo contrario.  La fe, como experiencia psíquica, es la esperanza de un bien que se desea y el miedo su contrapartida, la expectación de un mal que atemoriza” (Ibíd. P. 87)

                   Esta ansiedad imaginaria negativa, atrapa nuestra conciencia, sometiéndola a un mundo de temor, de angustia,  que le provoca, al mismo tiempo, una especie de fascinación donde ya no hay un intentar salir de ese mundo.  Lo paradojal,  añade nuestro psiquiatra, es que esta anticipación imaginaria nace del pasado: “de la suposición de que volverá a ocurrir lo que ya ha ocurrido”.  (Ibíd. P. 88-89)  Veámoslo.


 2. La Contaminación del Presente con el Pasado “es una exageración emocional de la memoria que lleva a suponer que volverá a ocurrir lo que ya ha ocurrido, impidiendo la percepción ingenua y directa de la experiencia.”  (Ibíd. P. 25) Se trata de una inclusión ilegítima de las experiencias pasadas. La memoria – como en el caso anterior la imaginación, nos impide ver la realidad. La hipermnesia (memoria excesiva y exagerada) puede transformarse en un factor limitante de la plenitud de la experiencia psíquica del presente y futuro, impidiendo una correcta y sana visión de los  mismos. Sin memoria no tendríamos conciencia de una identidad que subyace y trasciende los acontecimientos de nuestra historia de vida, tampoco entenderíamos el presente ni podríamos reflexionar para proyectar responsablemente nuestro futuro.  El peligro es ser esclavo de los recuerdos, del pasado emocional;  pues “la fuerza dinámica de la creatividad de la conciencia no está en la memoria sino en la percepción de lo novedoso y de lo original”.  Debemos vivir las experiencias presentes, vivenciar lo único de ellas, lo que las distingue de toda otra anterior y futura o no viviremos realmente… Hay tanta vida no vivida, tanta vida muerta… decía el poeta Vicente Huidobro.  Hay tanta incomunicación, desolación, incapacidad de encuentro consigo mismo  y con los demás… Vidas llenas de malezas que impiden que den sanos frutos; llenas “de conversaciones, de prejuicios y de normas aprendidas que pudieron ser útiles en su infancia o juventud, pero que ahora entorpecen la plenitud de la vida adulta”.  No se trata de edad… Hay vidas juveniles ya mustias, cerradas, no creativas, no abiertas al asombro, a lo original de cada experiencia aún no vivida… desesperanzados, deprimidos… “Quien no hubiera tenido experiencias ingratas o dolorosas difícilmente podría concebir el temor (…) para superar el miedo el hombre debe ser capaz, primero de dar la espalda a su pasado y, por así decirlo, “saltar más allá de su propia sombra”; esa sombra que hace percibir tinieblas donde ya hay sólo luz” (Ibíd. P. 94)  En el cine, para provocar temor, tristeza, soledad, abandono, se usan colores sombríos, tinieblas; es más,  se hace aparecer  la figura monstruosa más grande más temible, alargando su sombra.
   

3. La Resistencia al Sufrimiento “es el rechazo del dolor inevitable de toda existencia y supone  una conciencia pusilánime ante la adversidad que impide al hombre la aceptación irrestricta de su vida y que, paradojalmente, a través de una especie de círculo vicioso, origina por sí misma la desdicha que pretende evitar”. (Ibíd. P. 25)  Es el acobardamiento ante los retos, sufrimientos, riesgos,  propios de toda vida.  Madurar, educarse, perfeccionarse como persona, consolidarse, implica unir la fuerza de la voluntad, el amor a la razón.  Sócrates decía que ser sabio era “vencerse a sí mismo”, esto es,  superarse día a día, superar las  debilidades, los miedos…

      Para vencer el temor es necesario aceptarlo… “saber de qué están hechos y explorarlos paso a paso, para así poder develar su contenido y significado.  Al aceptar el temor no sólo tiende a desvanecerse, sino que además se convierte en experiencia enriquecedora y en madurez personal (…) El dolor y el sufrimiento son reales y sería absurdo intentar negarlos. (…) Aprender a ser hombre requiere comprender el sentido del dolor…” (Ibíd. P. 103) Es entonces cuando aparece la salvadora esperanza,  la providencia, el  que todo tiene un sentido que a lo mejor aún no percibimos y la certeza de que cada dolor superado nos va haciendo cada vez más fuertes.  Muchas veces nuestro dolor evita o disminuye el dolor de otros.  Ahora bien, para quien es persona de fe, el dolor tiene un sentido superior, es prueba o forma parte de un plan divino que en un principio el ser humano no entiende pues es oscuro para la razón pero no para la fe. 

4. El Deseo y la Ambición  “en cuyo marco de expectativas surgen los impulsos que hacen posible la acción, pero también el temor y la angustia que la paralizan” (Ibíd. P. 25).  Es el afán de dominio lo que hace al hombre temer perder ese dominio, esa posesión de cosas, de triunfos, de los demás.  Placer, poder y prestigio, son las tentaciones que desbordan los deseos y ambiciones más allá de los justos anhelos y del amor.  Se trata, dice Peña y Lillo, de “la lucha del hombre contra las proyecciones de su propia sombra, que no es sino su luz interior interceptada y que ya no ilumina lo que debiera iluminar”. (Ibíd. P. 116).  Es la traición del ser que somos por el tener, la traición del amar –fuente de felicidad- por la egolatría.

     La vida, su bien, su verdad, su belleza, se descubre en el amor.
     El temor se supera con la fuerza del amor que nos da energías de alma para hacer lo que se debe hacer. 
     El sentido de la existencia, tú y yo, nos descubrimos y realizamos en el amor.
     Descubrimos que somos felices amando.


      

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